Un servidor tenía catalogado a Carlos Megía Dávila como un mal árbitro hasta que se convirtió en lamentable protagonista del ‘partido de la monedita’ la temporada pasada. No me pareció especialmente grave que suspendiese el Valencia – Deportivo al ser alcanzado su auxiliar Egido Rozas por una moneda de 5 céntimos que algún imbécil lanzó desde la grada de Mestalla aunque creo que fue exagerado ya que quedaban instantes para finalizar el primer tiempo y el partido se podía haber reanudado sin mayores problemas una vez atendido el agredido durante el descanso. Lo que me pareció verdaderamente grave fue la actitud chulesca de Megía cuando, una semana más tarde, vino a Mestalla para dirigir lo que quedaba de partido a puerta cerrada. Llevo más de 600 partidos de fútbol retransmitidos y jamás vi desplegar tal catálogo de desplantes y chulerías en un terreno de juego. Aquella noche fue cuando palpé muy de cerca la cara más amarga de este negocio de fútbol. Y , ni el Valencia fue capaz de hacer nada que no fuese despedirse de la competición de la Copa de SM el Rey ni desde la RFEF hubo nadie que aplicase justicia al ‘árbitro justiciero’ que se inventó un penalti para redondear la faena. Desde entonces cambió mi opinión sobre Megía Dávila, desde aquella noche para mí Megía no es un mal colegiado sino un caradura con carné de la Federación en la que Angel María Villar vegeta.La expulsión de David Silva en Sevilla por NO TOCAR al rival con roja directa, cuando Daniel Alves le había roto la cara al canario impunemente ante la atenta mirada del ‘justiciero Megía’ si tan siquiera ver cartulina amarilla, no hace más que confirmar la teoría que quedó instalada en mi disco duro aquella fría noche de Mestalla a puerta cerrada. La V del apellido de Dávila es la V de la vendetta.
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